sábado, julio 14, 2012



¿Cómo conocer las grandes intenciones de las personas? La verdad es que nadie puede ocultarnos nada pues en los actos involuntarios siempre se manifiestan las emociones más fuertes que las movilizan. Algunas personas tienen una gran capacidad para autocontrolarse y pasar por una férrea censura muchos de sus actos conscientes, sin embargo, no pueden controlarlo todo, es imposible estar tan atento a nuestros actos como para controlarlos todos.


Las grandes emociones terminan siempre por manifestarse de alguna manera, es más, cuando más se pretende ocultar alguna de ellas, mayor probabilidad de que se escape su expresión. Una palabra, una frase que se dice sin pensar, una mirada que se engancha en algún punto de nuestro entorno, terminan siempre revelando las emociones de fondo y nuestros verdaderos intereses. Además, cuando se le escapa a alguien una emoción se percibe en su rostro la tensión tratando de disimular el sentido de la misma. No es posible controlarlo todo, especialmente cuando se está frente a un Ojo y Oído atentos que estimulan los procesos de defensa y la posibilidad del fallo. La mirada del Otro pone en guardia. Por este motivo los políticos preparan los discursos de manera de calcular todas las posibles interpretaciones. La improvisación resulta demasiado peligrosa ya que una vez que algo se escapa ya no hay forma de corregirlo. Todas las cámaras están atentas a estos fallos, a estos deslices que nos cuentan lo que verdaderamente se proponen los hombres públicos. La improvisación pone en acto la verdad. Del lado contrario a los políticos están aquellas personas que gustan de la improvisación -artistas, pensadores, etc.- ya que de esta manera revelan la verdad, pero no sólo para los demás sino para ellos mismos. En un diálogo relajado y espontáneo la verdad se manifiesta para todos, pero por sobre todo para quien la pone en acto. Las personas sinceras buscan la improvisación y las que pretenden construirse una imagen pública, no. Por supuesto que muchos políticos se entrenan para fingir improvisación, sólo que antes de someterse a estos encuentros "casuales" se entrenan con un grupo de colaboradores entrenados que buscan en una entrevista simulada forzar al político a que pierda el apoyo y se desequilibre. Después de extensas sesiones maratónicas como estas que llevan al político a la extenuación, queda entrenado para todo, salvo que sea alguien como Bush que le declara la guerra a un país y lo arrasa y puede que si le preguntan el nombre de la capital no sepa cuál es.

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