viernes, diciembre 14, 2012



Creo que una de las actitudes menos filosóficas es la de tomar partido emocionalmente por algún pensador en particular, especialmente cuando se pretende realizar contra otro de talla similar. Hegel y Schopenhauer fueron filósofos que enfocaron su obra en dos aspectos completamente opuestos de la experiencia humana, posiblemente debido a esta oposición nació la oposición de los partidarios, pues no se percataron que ambos ámbitos están presentes.

Schopenhauer investigó el impulso primero y ahistórico que se encuentra tras cada movimiento de nuestra vida, el impulso encargado de mantener la vida y continuarla. Hegel investigo la historización y la creación y desarrollo del espíritu, que es un ser histórico-social. Somos memoria y somos ese impulso ciego que a veces toma el control sobre nuestras vidas, especialmente cuando el ser histórico trata de apartarse del impulso vital.

Entre el impulso vital llamado “voluntad” por Schopenhauer y el “ser histórico” o “espíritu” de Hegel, existe una relación dialéctica. A veces somos ese Yo histórico creado durante nuestra vida y, en otros momentos somos el impulso ciego que nos controla completamente. Muchas personas han tenido una existencia racional hasta que un día el impulso irracional toma el control y cambia completamente el sentido de la vida. A veces ocurre que el sentido racional de una vida se agota y un recurso frecuente consiste en tratar de entrar en contacto con el impulso vital para regenerarnos y encontrar un nuevo sentido a la existencia. Al menos mientras más cercanos nos encontremos de las fuentes pulsionales de la vida, más vivos nos sentiremos.

Así se da la relación dialéctica entre el espíritu y el impulso vital. Cuando uno predomina exageradamente sobre el otro se hace necesario un vuelco para compensar. No podemos vivir solamente desde el impulso y tampoco podemos hacerlo sólo desde el espíritu.

En una vida sana el impulso vital debe encarnar en un espíritu. Podemos captar las rupturas entre ambos en muchas religiones donde se considera pecaminoso el impulso vital y diabólico. Estas religiones oponen espíritu puro a impulso vital o carne. Por este motivo surgió Schopenhauer con su filosofía en oposición dialéctica a Hegel que enfatizaba el espíritu y su creación como proceso histórico pero descuidando la fuente vital que lo alimentaba. Schopenhauer surgió en un momento histórico donde el exceso de historia y espíritu pesaban demasiado, agobiaban, y se necesitaba romper con todo ello para renacer en el impulso puro, única fuente real de la vida. Con Nietzsche primero y luego con Freud se completa el proceso de compensación que el exceso de cultura cristiana demandaba. Freud recuperó la sexualidad y la reintegró a la vida. Y fue aún más adelante porque integró historia vital con impulso vital. Pues no son ámbitos separados, el impulso también tiene memoria, no es tan ciego. Lo racional y lo irracional pudieron integrarse a partir de la relación dialéctica entre ambos.

Pero también se dan excesos por el lado de los Schopenhauerianos poniendo todo el acento en el impulso ciego de la voluntad y descuidando nuestra historicidad e identidad, pues ésta surge de nuestra historia fundamentalmente.

Creo que ambos pensadores fueron geniales y sus contribuciones deben integrarse, no oponerse. Los más jóvenes puede que en un comienzo prefieran una filosofía ahistórica porque aún no tienen historia y se encuentran más cerca de su cuerpo y de sus pulsiones, especialmente las sexuales, a medida que se crece y nos volvemos seres con más historia se comienzan a apreciar las sutilezas del pensamiento hegeliano.

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