jueves, diciembre 10, 2015



Como algunos habrán notado este blog posee la opción de consultar entradas al azar. Como creo en las sincronicidades empleo esta función cómo guía correctora del rumbo a tomar con mis textos, un buen oráculo que me aconseja sobre qué escribir y, a veces, me muestra errores que he cometido con algún artículo. Hoy consulté con esta opción y apareció esta frase: "El filósofo busca la verdad". Alguna vez me preguntaron en qué consistía la filosofía y lo primero que me vino a la cabeza fue esta frase que tomé como pilar para entender la esencia de la actividad filosófica desde sus comienzos hasta el día de hoy, pilar que además permitía entender la diferencia entre ciencia y filosofía, subordinando la primera a la segunda. Claro, no pienso detenerme en este momento a analizar en qué consiste la verdad, pues en torno a ella giraría el debate para entender la diferencia. Hasta ahí tomé la aparición de esa frase como un buen recordatorio de mi labor en este blog y en todos mis escritos, pues lo que siempre he tratado de hacer ha sido descubrir la verdad. Pero no me quedé ahí, tuve la mala o buena idea de repetir la operación y apareció esta otra frase: "Se escribe para seducir y este es el motor de toda escritura". Otra gran verdad, recuerdo que Sartre comentó en alguna biografía o entrevista que le hicieron que sus inicios filosóficos y literarios estaban marcados por la intención de seducir. Cohelo (perdonen la comparación) dijo lo mismo. Entonces, ¿la heroíca actividad filosófica que busca la verdad, estará emparentada con el mito del Quijote que, busca en definitiva matar los gigantes del molino para conquistar el corazón de Dulcinea? Creo que sí. Aunque en algún punto el impulso motor se independiza del objetivo inicial y se nutre de sí mismo. Un escritor puede comenzar su marcha con esta intención quijotesca para, en algún momento, comenzar a escribir por el puro gusto de escribir. Sin embargo, creo que siempre persiste una fuerte tensión interna entre ambos fines, y por momentos el escritor se siente a sí mismo como impostor, y siente su escritura como impostada. En definitiva, somos organismos que se mueven por impulsos básicos de la especie. Los pajaritos echan plumas de colores el hombre se adorna con finas ideas cuando puede, o con zapatitos de charol.

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